Palabras con esencia
de perdigones, días de perdices y liebres, vidas que rezuman resignación poética.
Así es Diario De Un Cazador, una de las obras más reconocidas y
celebradas en la carrera de Miguel Delibes.
Un breve relato que nos traslada a un pueblo castellano en la posguerra, el
cual narra en primera persona las impresiones cotidianas de un joven apasionado
por la caza. Con la característica prosa campestre del autor, esta obra
inmortaliza con maestría el pensamiento y las costumbres de la sociedad de la época.
Diario De Un Cazador es, además, el
comienzo de la trilogía que poco después proseguiría Diario De Un Emigrante
(1958) y tras varias décadas Diario De Un Jubilado (1995) con el
mismo protagonista. Cabe destacar que esta primera publicación fue galardonada
con el Premio Nacional de Literatura de 1955, que Delibes lograría de nuevo en
1999 con El Hereje. Y es que hablar de Miguel Delibes es hablar de
literatura española con mayúsculas, de uno de los grandes retratistas de la realidad
cotidiana, de un excelso dominador del lenguaje en todos sus registros. No en
vano, en su haber están títulos de la talla de Los Santos Inocentes, El
Camino, Cinco Horas Con Mario o La Sombra Del Ciprés Es Alargada.
De
esta forma, Diario De Un Cazador está
ambientado en una localidad mediana, presumiblemente del norte de Castilla y
León –aunque no se cita explícitamente– entre los años 1954 y 1955. En él,
Lorenzo, protagonista y narrador, desgrana sus vivencias a modo de diario, exhibiendo
una personalidad muy forjada y una forma de pensar perspicaz. Su sustento como
bedel de instituto a duras penas le permite mantener a su madre, lo cual no
merma sus inagotables ganas de vivir. La detallada construcción del personaje
es una de las mayores virtudes de la obra, resultando éste entrañable y próximo
al lector. Además, sus impresiones cotidianas destilan exquisitos retazos de
sapiencia popular.
“Yo debí hacer lo de Tochano. Tochano no
tendrá mucho fijo, pero en propinas hace más de los ocho barbos líquidos. La
gente agradece que le metan un giro en casa. La verdad es que embolsar cuartos
sin más que firmar un cartón es un momio. Y no creo que Tochano le eche al
asunto más de tres o cuatro horas. Claro que uno tiene aquello de la categoría.
Pero uno va perdiendo la fe en la categoría. Es una filfa. La madre dice que
con la categoría no se come y le sobra razón. Yo no tengo más que categoría y
un uniforme”.
No
resulta banal la ferviente, e incluso obsesiva, afición de Lorenzo por la caza.
De hecho, la estructura del diario –y por ende su vida– está influenciada por
los períodos de caza. Los domingos Lorenzo describe pasajes cinegéticos, exhibiendo
un conocimiento abrumador en cuanto al ejercicio en sí –munición, técnica, vestimenta,
legislación– y al entorno natural –animales, fauna, flora.
“Hoy hicimos 21, pero después de un buen
jabón. Claro que la Doly es nueva y no parece le sobren vientos. En el arroyo
trabajó mal y únicamente hizo tres muestras, una de ellas a una calandria. Mala
cosa para un pointer, aunque sea nuevo, hacerle una muestra a una calandria.
Melecio hizo 11 y yo sólo 10. Claro que tiré cuatro tiros menos. De salida hice
un doblete junto a una morena que me llevó a pensar que las cosas rodarían
bien, pero que si quieres. De todos modos ha sido un buen día. Salir al campo a
las seis de la mañana en un día de agosto no puede compararse con nada. Huelen
los pinos y parece que uno estuviera estrenando el mundo. Tal cual si uno fuera
Dios”.
A
pesar de ser entendida como una oda a la caza en diversos catálogos literarios,
el valor de la novela es mucho más profundo. La afición es el pretexto elegido para
desarrollar la sólida y genuina personalidad de Lorenzo, así como el nexo de
unión del resto de tramas.
La
cuadrilla y familia de Lorenzo protagonizan otras intrigas secundarias que
redondean la visión de la sociedad. La paternidad, el matrimonio, la muerte, el
dinero, la violencia de género, el temor al qué dirán o el ambiente de casino
son algunas de las temáticas que se entrelazan de manera natural. Pero es el
enamoramiento paulatino de Lorenzo por Anita el que regala los más bellos pasajes
de la obra, un tira y afloja con un precioso devenir, en el que prevalece el cariño
a los sinsabores y la resignación permanente. Entre medias, la filosofía de la
conquista con tintes de humor:
“Esto ya lo sabía yo. Cuando le comuniqué a
la chavala que mañana no podríamos salir porque regresaba tarde del campo, me
salió con que estaba harta, y que escogiera entre ella o la escopeta. Insistí
en que eran cosas distintas, pero ella dijo que se había hecho a la idea de ir
mañana a la Cerve, y que iría a la Cerve aunque tuviera que alquilar un
acompañante. Me puso negro y ya embalado le dije cuántas son cinco. […] Ya
mosca, le planté que podía ahorrarse la espera y ella dijo entonces que si no
iba yo mañana, no fuera tampoco pasado. La dejé plantada con la palabra en la
boca. No es más que una criatura consentida que va siempre con el «yo»
por delante, caiga quien caiga. No me conviene. Así. […] A ella ya se le
pasará, y si no se le pasa, aquí paz y después gloria. Otras más apañadas se
quedaron para vestir santos”.
Aunque
el estilo resulte muy directo por su concepción como diario, la inconfundible
impronta de Miguel Delibes arropa el texto con un lenguaje de profundas raíces campestres.
Un detalle que podría resultar una dificultad por la cantidad de términos no
usuales, pero que a la larga no es difícil acostumbrarse y complacerse.
En
definitiva, un trabajo notable en todas sus facetas para todos los públicos,
incluso a los ajenos a la montería y al campo. Emoción e intensidad de la mano
de uno de los personajes más entrañables de uno de los autores más
representativos de la literatura castellana del siglo pasado. Palabras que
retratan la vida tal cual.
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Ficha Técnica:
Título: Diario De Un Cazador.
Autor: Miguel Delibes.
Páginas: 190.
Editado por: Destino.
Año de publicación: 1955.
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Ficha Técnica:
Título: Diario De Un Cazador.
Autor: Miguel Delibes.
Páginas: 190.
Editado por: Destino.
Año de publicación: 1955.
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